Una célebre frase del filósofo suizo Henri Frédéric Amiel sostiene que cualquier paisaje es un estado del espíritu. Sin ánimo de desvirtuar ese pensamiento, que me parece acertado, me atrevería a hacer una interpretación personal, convencido de que son más bien los diferentes estados del espíritu los que acaban dibujando un paisaje distinto a nuestro alrededor. Paisajes de emociones, pequeños rincones que nos desnudan o nos esconden, paisajes luminosos o sombríos, a veces amables, a veces torvos, siempre poblados de sensaciones más que de evidencias.
   Así entendido, se podría también afirmar que a la hora de contemplar un cuadro, independientemente de su estilo o tendencia, o de los elementos que configuran su estructura (la composición, los colores, el ritmo, el equilibrio, etc.), hay algo espiritual e inexplicable, que convierte la contemplación en un acto en el que se funden, inevitablemente, el juicio espontáneo y los sentimientos más diversos, propiciando en ocasiones un vínculo sorprendente e inesperado. Toda obra debería invitarnos a percibir y a sentir a un tiempo. No se trata tanto de buscar como de dejarnos encontrar, entendiendo que cada cuadro, al igual que un paisaje al aire libre, es un territorio abierto, capaz de atraernos de una manera especial o de dejarnos, simplemente, indiferentes. 
   La propuesta de esta serie de pinturas no es otra que la de mostrarse como espacios que apenas se insinúan, para que sea el observador el que acabe de completarlos, descubriendo frente a ellos paisajes distintos y únicos.
                                                       José A. Montecino Prada

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2 comentarios:

  1. Ahhhhhh, por eso tu nunca nos explicas...Aún sin entenderlos, nos encantan.
    Te quedo bien bonito el blog con los cambios. Un abrazo!!!

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  2. La pintura (o la escritura...) la hace alguien e intentamos entender al creador. Las flores, la noche, el mar... están ahí, es la naturaleza. No buscamos entender la naturaleza las personas que no creemos en un ser creador, pero si intentamos entender al creador del arte, no a sus obras, pero si al artista.

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